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¿Cambio de juego?



Revista: The Economist
Tema: Economía
Fecha: Septiembre 15, 2012
Cuando los libros de historia tracen la evolución de la crisis del euro, tendrán que incluir el mes de septiembre de 2012 como el comienzo de un nuevo capítulo. Recientemente se han visto acciones decisivas en cuanto a la notoriamente gradual maquinaria de formulación de políticas. El 12 de septiembre, la corte constitucional de Alemania apoyó al Mecanismo de Estabilidad Europea (ESM por sus siglas en inglés), el fondo de rescate permanente de la zona euro, removiendo así el último gran obstáculo para su lanzamiento. Durante el mismo día, la Comisión Europea diseñó un plan para una supervisión conjunta bancaria europea, el primer paso para una unión bancaria. En los días anteriores, el Banco Central de Europa (BCE) anunciaba que, bajo ciertas condiciones, compraría cantidades ilimitadas de bonos provenientes de los países de la zona euro que se encontraban en dificultades.

Colocadas juntas, estas acciones marcan un gran cambio. En el mejor de los casos, ellas constituyen los cimientos de una unión monetaria más sostenible. La zona euro ahora tiene un plan para una supervisión bancaria. Éste será regateado y diluido, pero los registros de la diplomacia europea sugieren que una vez que existan las propuestas, se llegará, eventualmente, a un acuerdo sobre algo. Y lo más importante, la zona euro ahora tiene a un banco central comprometido a ser el prestamista de última instancia. Sí, el compromiso es condicional con los países que aseguren la ayuda en, y se adhieran a, un plan de rescate. Pero el BCE ha dicho claramente, por primera vez, que está dispuesto a intervenir sin límites si fuera necesario.

La esperanza está en que esto marque el comienzo del fin de la crisis del euro. En el mejor resultado posible, la promesa del BCE, por sí sola, empujará a los mercados de deuda de la zona euro dentro de un ciclo positivo –uno en donde los rendimientos de la deuda soberana en las economías periféricas caigan mientras los inversionistas bajan la probabilidad del colapso del euro, y mientras los rendimientos caen mejoran las dinámicas de deuda y los prospectos económicos de esos países. Los bonos en Italia y España recientemente se han ido a pique, en anticipación de las acciones del BCE, mientras los inversionistas se han vuelto incrédulos al apostar en contra del banco central. El primer ministro de España, Mariano Rajoy, incluso espera evitar solicitar un paquete de rescate.

Dado el estado de los bancos españoles, y la debilidad de su economía y finanzas públicas, eso pareciera improbable. Pero incluso si España (y luego Italia) fuera obligado a entrar a un plan de rescate, existe ahora un sentido claro de lo que eso implicaría, y eso ciertamente les da a los optimistas una segunda razón para tener confianza. El ESM ayudaría a financiar cualquier nuevo préstamo gubernamental, mientras el BCE compraría bonos en el mercado secundario. Ambas rutas mantendrían un límite sobre los rendimientos de bonos. Y ambos vehículos serian una ruta de escape para una forma limitada de mutualización de deuda –otra condición necesaria para el futuro de la zona euro. Los países de la zona euro son conjuntamente responsables tanto por los fondos de rescate como por el balance consolidado del banco central. Puede ser menos elegante que el plan de Alexander Hamilton al asumir las deudas de los estados de EUA en 1789, pero algunos piensan que los ingredientes de la solución para la crisis de deuda de la zona euro están colocados en su lugar. Estaríamos deleitados si ese fuera el caso. Hemos discutido por mucho tiempo que la moneda única necesita un prestamista de última instancia, una unión bancaria y una mutualización de deuda limitada. Dados los costos de la separación, la evidencia del progreso hacia la resolución de la crisis, aunque de una manera no elegante, debe ser celebrada.




Este es el resumen del artículo "¿Cambio de juego?" publicado en Septiembre 15, 2012 en la revista The Economist.

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