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Sexo seguro en Nigeria



Revista: The Economist
Tema: Industria de energía y petróleo
Fecha: Junio 15, 2013
Las negociaciones que se efectúan por los pozos petrolíferos pueden ser tan opacas como lo que se extrae de ellos. Pero cuando los socios se caen y van a la corte, algunas veces se clarifica el proceso de negociación –y lo que se revela allí no es siempre bonito. Eso es muy cierto en el caso del OPL245, un masivo bloque offshore en Nigeria con alrededor de 9 mil millones de barriles de petróleo– lo suficiente para mantener a África abastecida por un período de siete años.

Luego de años de disputas legales, en 2011, Shell, en asociación con ENI de Italia, pagó un total de US$ 1,3 mil millones por el bloque. El gobierno nigeriano actuó como un ente canalizador para dirigir la mayoría de ese dinero a manos del dueño original de ese bloque, una empresa local de carácter sombrío llamada Malabu Oil and Gas. Luego dos intermediarios que fueron contratados por Malabu, uno de ellos de nacionalidad nigeriana y el otro azerbaiyano, demandaron a la empresa separadamente en Londres –en el Alto Tribunal y en un tribunal de arbitraje, respectivamente– reclamando los honorarios pendientes por realizar la negociación.

La saga del bloque OPL245 comenzó en 1998 cuando el ministro del petróleo de aquel entonces, Dan Etete, se lo concedió a Malabu, el cual había sido establecido hace apenas unos días sin tener empleados o activos. El precio fue una “prima por firma de contrato” de US$ 20 millones (de los cuales Malabu sólo pagó US$ 2 millones).

La empresa pretendió atraer a Shell como un socio con una participación del 40%, pero en 1999 un nuevo gobierno tomó el poder y dos años después se quejó acerca de la negociación y la canceló. El bloque fue puesto en licitación y Shell ganó el derecho de operarlo, bajo un contrato de compartición de producción con la compañía petrolera nacional, sujeta al pago de una gran prima por firma de contrato de US$ 210 millones. Shell no pagó por esto inmediatamente, por razones que jamás explicó, pero comenzó a invertir fuertemente en la exploración del bloque. Luego Malabu demandó al gobierno. Tras muchas disputas legales, ellos llegaron a un acuerdo en 2006 que restablecía a la empresa como dueña del bloque.

La negociación fue aparentemente dividida en dos transacciones. Shell y Eni pagaron US$ 1,3 mil millones al gobierno nigeriano. Luego, una vez que Malabu cedió los derechos de su bloque, el gobierno quitó sus US$ 210 millones que tenía pendientes por pagar y le transfirió a Malabu apenas por debajo de los US$ 1,1 mil millones.

Tom Mayne de Global Witness, una ONG que ha seguido el caso de cerca, cree que las cosas fueron estructuradas de esta manera para que Shell y ENI pudieran oscurecer la negociación con Malabu al insertar una capa en medio de ellas.Ednan Agaev, un antiguo diplomático ruso y traficante de influencias en Malabu, le da peso a esta interpretación. Ésta fue estructurada, dice, para que fuera una “transacción de sexo seguro”, con el gobierno actuando como un “condón” entre los compradores y el vendedor.

No es difícil comprender por qué los gigantes petroleros querrían evitar ser vistos negociando directamente con Malabu, una empresa fantasma de procedencia dudosa. Se cree ampliamente que su último dueño beneficiario fue el Sr. Etete, el mismo ministro que había concedido el bloque mientras servía bajo el mandato de Sani Abacha, el fallecido y corrupto dictador de Nigeria.

En 2007, el Sr. Etete fue encontrado culpable de lavar dinero por una corte francesa. Su condena fue defendida en 2009. El juicio se centró en sobornos que él presuntamente le había solicitado a inversionistas extranjeros mientras estaba en el gobierno. Él los utilizaba para comprar, entre otras cosas, una mansión francesa y muebles Art Deco valorados en alrededor de 1 millón de euros, según documentos de la corte francesa.

El Sr. Etete afirma que no ha sido más que un consultor para Malabu. Cuando se le preguntó en la corte acerca de otras personas supuestamente vinculadas a la empresa y su mantenimiento de registros, la secretaria de Malabu, Rasky Gbinigie (quien describe al Sr. Etete como un “amigo de la familia”), insistió en que él había extraviado la copia de los registros de accionistas y todas las actas de reuniones, que no existía correspondencia escrita entre él, los directores y los accionistas, y que no poseía documentos para verificar quién colocó el capital social original de la empresa.




Este es el resumen del artículo "Sexo seguro en Nigeria" publicado en Junio 15, 2013 en la revista The Economist.

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