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¿Dónde está el palo?



Revista: The Economist
Tema: Compensación y salario
Fecha: Octubre 11, 2003
Gerenciar una empresa de capital abierto es una tarea estresante e importante. Miles de empleados, asociados de negocios, clientes y accionistas confían en el buen juicio de los jefes ejecutivos corporativos, quienes deben tomar decisiones en un clima de incertidumbre constante y deben ser ante todo listos y determinados. Pero tales adjetivos difícilmente vienen a la mente cuando se mencionan a los gerentes. Para muchos, estos no son los más fuertes o más talentosos en el mundo de los negocios, sino sólo los más avaros.

Los últimos escándalos corporativos han develado a altos ejecutivos que se han valido de los recursos de las empresas, con poca preocupación sobre los intereses de los accionistas u otros empleados. Incluso cuando no ha habido alegatos sobre malversación, las compensaciones con grandes pagas se han convertido en provocaciones como el caso de Richard Grasso, ex director de la Bolsa de Nueva York (quien recibiría US$ 188 millones en beneficios acumulados). Lo que ha causado mayor indignación, tanto en Estados Unidos como en Europa, son los “paracaídas de oro” y otros pagos con los cuales se ha recompensado a los gerentes incluso después de haber cometido errores. Estos casos no son eventos aislados, se han hecho cada vez más comunes. En 1980, el pago promedio de un CEO en alguna gran empresa norteamericana era 40 veces el promedio de producción de un trabajador. En 1990, la proporción era cerca de 85 veces y en la actualidad está cerca de 400.

Esta tendencia se está volviendo común a ambos lados del Atlántico. Un reciente estudio en Gran Bretaña arrojó como resultado que el 80% de la gente considera que los altos gerentes están sobre pagados. Durante el verano, los consumidores boicotearon al minorista holandés Ahold, para expresar su desaprobación por la remuneración establecida para su nuevo presidente ejecutivo. Por su parte, los sindicatos también quieren que el gobierno se involucre más en el tema. Pero la cura en este caso puede ser peor que la enfermedad. Podría ser mucho más sabio jugar a las fortalezas del capitalismo y estimular a los accionistas y a los dueños de empresa a resolver el problema, ya que por mucho tiempo el obstáculo para lograr una salida ha sido el poco interés de los accionistas en la materia que además no sólo representa un costo personal para ellos sino un daño a largo plazo para la empresa. En consecuencia, el primer paso que podrían dar los accionistas sería hacer un mejor uso del poder que ya poseen. En Gran Bretaña por ejemplo, ya poseen el derecho a votar en las decisiones sobre las remuneraciones de altos ejecutivos.

El proceso para establecer el pago se caracteriza por el llamado efecto Lake Wobegon basado en la novela “Lake Wobegon Days" donde todos los niños estaban “por encima del promedio”. Las juntas ejecutivas tienden a buscar asesoría a la hora de establecer las remuneraciones pero cuando se elige la persona para el cargo de CEO, por cualquier razón, considera que merece más. Y en consecuencia se da la creciente espiral. Si los accionistas quieren romper este molde, necesitan ser más diligentes. Una mayor transparencia en los criterios de paga sería indudablemente de ayuda y es en esa dirección que deben ir las prácticas. Y aún más, deben ejercitarse más en seleccionar directores independientes que seleccionen y monitoreen el desempeño de los CEOs.

En cuanto al criterio de cuánto pagar, ello depende de la situación de cada empresa y del sector económico al cual pertenece. Algunas juntas directivas deberían considerar también el factor del retorno de inversión y el desempeño. Muchas empresas probablemente se ajustarán a este último. En todo caso, las opciones como compensación en acciones, bonos o ganancias por crecimiento de ingresos, deberían estar alineadas con los intereses a largo plazo de las empresas. No obstante cualquier vía que se escoja, algunos gerentes se verán tentados a manipular las formas de remuneración. Por tal razón en el futuro los accionistas o dueños de empresa tendrán que involucrarse más activamente en elegir a los directores que los representarán.




Este es el resumen del artículo "¿Dónde está el palo?" publicado en Octubre 11, 2003 en la revista The Economist.

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