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La tragedia de los árabes



Revista: The Economist
Tema: Tendencias y futuro
Fecha:
Actualmente, el mundo árabe está en estado de destrucción, retenido por el despotismo y convulsionado por la guerra. Hace tres años, una onda de turbulencia cruzó la región llevando a derrocar a cuatro dictadores (en Túnez, Egipto, Libia y Yemen) y hubo un clamor de cambio en todas partes, notablemente en Siria. Pero los frutos de la primavera árabe se han podrido convirtiéndose en autocracias renovadas y guerras. Recientemente una banda brutal de yihadistas anunció un nuevo califato islámico que abarcaría Irak y la Gran Siria (incluyendo Israel-Palestina, el Líbano, Jordania y parte de Turquía) y más allá, el mundo entero. Sus líderes pretenden matar a todos los no musulmanes, no solo en el Medio Oriente sino también en New York, Londres y París. Egipto ha vuelto a estar bajo el mando militar. Libia está a merced de milicias incontroladas y Yemen, plagada de insurrecciones, peleas cuerpo a cuerpo y al-Qaeda. Palestina está aun lejos de ser un verdadero estado y tener paz. Aun Arabia Saudita y Argelia son más frágiles de lo que aparentan. Solo Túnez, que abrió la propuesta árabe de libertad hace tres años, tiene la apariencia de una verdadera democracia.

Modernas reinterpretaciones Islam están en la esencia de algunos de los problemas más profundos. El reclamo de la fe de combinar la autoridad espiritual con la terrena, sin separación entre la mezquita y el Estado, ha impedido el desarrollo de instituciones políticas independientes. Una minoría militante de busca legitimidad a través de aun más fanáticas interpretaciones del Corán. Otros, amenazados por la violencia miliciana y la guerra civil, han buscado refugio en su secta. Pero el extremismo religioso no es la única causa del problema. En el mundo árabe el propio tejido del Estado es débil. Los países no han tenido éxito aun en fomentar los requisitos institucionales para la democracia y la ausencia de un estado liberal ha estado pareada con la ausencia de una economía liberal. El estancamiento económico creó insatisfacción, los monarcas y presidentes de por vida se protegían con policía secreta y gánsteres. La mezquita se convirtió en uno de los pocos lugares donde la gente podía reunirse y oír discursos y los hombres enfadados que aborrecían a sus gobernantes llegaron a odiar los estados occidentales que los apoyaban, mientras los jóvenes, inquietos por el desempleo, gracias a los medios sociales atisbaban un mundo con otras posibilidades.

Estos errores no pueden ser arreglados fácilmente. Los de afuera no pueden simplemente eliminar la causa yihadista o imponer prosperidad y democracia. El apoyo militar podría ayudar a mantener a raya a los yihadistas en Iraq. Aun cuando el nuevo califato tenga poca probabilidad de ser un estado reconocido, podría por muchos años producir yihadistas capaces de exportar el terrorismo. Solo los árabes pueden revertir el declinar de su civilización, y justo ahora hay pocas esperanzas de que suceda. Los extremistas no ofrecen nada. El mantra de los monarcas y los militares es la “estabilidad”, pero la represión y el estancamiento no funcionaron antes, y más bien estuvieron en la raíz del problema. Aun si el despertar árabe hubiera terminado, las poderosas fuerzas que lo generaron siguen presentes. Los hombres en sus palacios y sus colaboradores occidentales necesitan entender que la estabilidad requiere de reformas.

Actualmente el panorama es sangriento, pero, en última instancia los fanáticos se devoran ellos mismos. Mientras, siempre que sea posible, los moderados y seculares suníes, que abarcan a la mayoría de los árabes musulmanes, necesitan que sus voces sean oídas. Y cuando llegue su momento, necesitan moldear sus mentes hacia los valores que una vez hicieron grandioso al mundo árabe. El pluralismo, la educación, los mercados abiertos: fueron una vez valores árabes y podrían serlo otra vez. Hoy, mientras los suníes y los chiítas se hacen trizas mutuamente en Irak y Siria y un antiguo general se establece en su nuevo trono en Egipto, hay perspectivas trágicamente distantes. Pero para quienes han sufrido cosas tan malas, dichos valores aun constituyen la visión de un mejor futuro.




Este es el resumen del artículo "La tragedia de los árabes" publicado en en la revista The Economist.

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