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Sin Chávez, pero sin premio



Revista: The Economist
Tema: Negocios en Panamá
Fecha:
En los cinco años del gobierno de Ricardo Martinelli (el millonario de supermercados que promocionaba a su país como el Singapur de América) el crecimiento de Panamá promedió un feroz 8%, el mejor de América Latina, aunque la deuda también se disparó. Los que lo defendieron como una alternativa favorable a los negocios, ante los fanáticos izquierdistas como Hugo Chávez, de Venezuela, se lo están pensando de nuevo. Siete meses después de dimitir de su cargo, ha dejado el país en su avión privado, en medio de acusaciones (que él niega) de que en su gobierno proliferaron la corrupción y los escándalos de espionaje político.

En enero, la Corte Suprema votó a favor de iniciar una investigación sobre su participación en un caso de corrupción que involucra un programa de 45 millones de dólares para suministrar alimentos deshidratados a los escolares pobres. El 3 de febrero la oficina del fiscal dijo que 44 personas, entre víctimas y testigos, habían testificado en un escándalo de escuchas telefónicas. Martinelli dice ser víctima de una venganza de Juan Carlos Varela, su exvicepresidente, que lo sucedió en la presidencia. Las acusaciones, sin embargo, son el último giro en una espiral descendente que comenzó cuando el candidato elegido a dedo por Martinelli perdió inesperadamente ante Varela en la elección presidencial en mayo pasado. En ese momento, los partidarios de Martinelli dominaron la Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo, la Fiscalía General y la Contraloría General, casi todos los centros de poder en Panamá, salvo el tribunal electoral. Su dominio sobre la Corte Suprema se debilitó cuando uno de sus designados fue suspendido por una inexplicable acumulación de riqueza.

Al ganar las elecciones, Varela (que fuera sacado del Gobierno de Martinelli tres años antes), se comprometió a investigar las acusaciones de corrupción. Sus asesores dijeron que esperaban que los primeros objetivos fueran los grandes proyectos de infraestructura que fueron el sello distintivo de la administración anterior, pero las primeras acusaciones emergieron de un discreto organismo de lucha contra la pobreza cuya sede se encuentra al lado de la oficina presidencial. Contratos por valor de 1200 millones dólares están bajo escrutinio. Dos de sus exdirectores han sido arrestados y uno de ellos, que ha declarado dos veces ante los fiscales sobre el programa de comida deshidratada, supuestamente implica a Martinelli. Para agravar los problemas del expresidente, el pasado mes los fiscales arrestaron a dos exmiembros de su Agencia de Seguridad Nacional por cargos relacionados con un escándalo de espionaje político.

Álvaro Alemán, jefe de gabinete de Varela, dice que alrededor de 150 personalidades, entre ellos el arzobispo de Panamá, se cree que han tenido sus teléfonos y otros dispositivos de comunicación pinchados, con base en los expedientes y discos duros obtenidos por los investigadores. El 2 de febrero, Juan Carlos Navarro, excandidato a la presidencia, emitió una declaración jurada donde alega que sus correos electrónicos y teléfonos celulares fueron intervenidos durante la campaña, al igual que los de su personal y acusó a Martinelli de crimen organizado. Según el portavoz de Martinelli, Luis Eduardo Camacho, la evidencia en el caso de espionaje es pobre, pero los panameños están perdiendo la fe en el volátil líder que una vez los encantó con su carisma de lengua afilada. En el extranjero, sus partidarios han quedado en silencio. Un crítico de larga data, Juan Carlos Hidalgo, del Cato Institute, de Washington, recuerda cómo derechistas estadounidenses los instaban a no atacar a Martinelli porque él era "uno de ellos" (un enemigo de Chávez presidiendo un milagro de crecimiento). Ahora es despedido como otro populista latinoamericano sin brillo.




Este es el resumen del artículo "Sin Chávez, pero sin premio" publicado en en la revista The Economist.

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