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El califato se agrieta |
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| Los yihadistas del Estado Islámico (EI) se han convertido en la organización terrorista más peligrosa del mundo. Desde Siria y el noroeste de Irak, se movieron hacia el sur y estuvieron cerca de tomar Bagdad. Mataron a los prisioneros hombres en brutales videos y esclavizaron a las mujeres. Grupos desde Nigeria hasta Libia y Afganistán les juraron lealtad. Su amenaza ha unido a aliados improbables: en Irak, EUA suministra el poder aéreo, e Irán agrupa a las fuerzas terrestres. El EI difiere de anteriores grupos yihadistas, incluyendo a Al-Qaeda: es único en su brutalidad con los adversarios y tiene excelentes publicistas. Lo que más lo distingue es su reclamo de haber restaurado el califato islámico. Para los occidentales, eso es absurdo y jactancioso; para muchos sacerdotes islamitas, una herejÃa. Pero ha despertado una forma de mesianismo y miles de musulmanes han corrido a luchar por la UtopÃa Islámica.
Pero se hace cada vez más evidente una grieta en el califato. Está perdiendo terreno, dinero y el consentimiento de los que gobiernan. Han sido expulsados de la ciudad siria de Kobane por curdos respaldados por EUA, y están siendo aplastados en Tikrit por el ejército iraquà y las milicias chiitas coordinadas por Irán. Su territorio se ha encogido en alrededor de un 25% y sus fondos están menguando. EUA y sus aliados han bombardeado instalaciones petroleras lucrativas. La mayorÃa de los rehenes han sido vendidos o asesinados. PodrÃan haber perdido hasta un 75% de sus ingresos, lo que les dificulta seguir peleando y proveer los servicios para los 8 millones de personas que gobiernan. Esto explicarÃa signos de tensión interna. Han empezado a matar a sus propios seguidores, y los residentes se quejan de extorsión, represión violenta y deterioro de los servicios públicos. El califato está fallando como estado conquistador y como modelo de sociedad. Su fallo visible expone la bancarrota de su ideologÃa.
La parte más difÃcil de derrotar a EI queda por delante. Después de que caigan en Tikrit, está Mosul, cuya recuperación es vital para minar su reclamo de ser un califato. La naturaleza de la campaña importa también. Las milicias chiitas patrocinadas por Irán que están a la vanguardia de la lucha en Tikrit han victimizado a civiles sunitas en batallas anteriores y se teme que, al depender tanto de Irán, Irak termine convertida a una dictadura iranÃ, pues su población sunà se unirá aún más fuertemente al EI como sus mejores y únicos protectores. El ataque en Mosul debe ser dirigido por un ejército iraquà profesional y no sectario, pero está desmoralizado y poco preparado.
Pero aun si Mosul es tomada, mientras Siria no sea pacificada (y posiblemente no lo sea por muchos años), EI puede esperar allÃ, controlando bandas en el este, desestabilizando áreas sunitas de Irak y esperando otro chance de levantarse. La derrota en Mosul podrÃa reducirlo a una entidad en la parte trasera, o llevarlo a desintegrarse en un montón de feudos disputando entre sÃ, como gran parte del resto del paÃs. TodavÃa representará una grave amenaza al mundo de afuera y necesitará una constante vigilancia, aunque la degradación lo hará más fácil de contener que lo que es actualmente. Pero por mucho que el Estado Islámico sea una causa del caos del Medio Oriente, también es un sÃntoma. Su ideologÃa alimenta la victimización de los sunÃes y ha echado raÃces en toda la región, especialmente donde el estado ha colapsado. Derrotarlo es, en última instancia, una cuestión de reconstruir gobiernos en el mundo árabe, una tarea que tomará décadas. Reducir al califato es solo el primer paso vital.
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Este es el resumen del artículo "El califato se agrieta" publicado en en la revista The Economist.
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