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Todo el mundo a la universidad



El entusiasmo anticipado y duradero de EUA por la educación superior le ha dado el mayor y mejor sustentado sistema en el mundo. No es de extrañar entonces que otros países se encuentren imitando su modelo, mientras envían cada vez más a sus graduados de secundaria a que vayan a obtener una educación universitaria. Pero, así como lo sostiene este informe especial, al igual que se expande el sistema estadounidense, existen cada vez más preocupaciones acerca de si realmente vale la pena las enormes sumas que se invierten en él.

El mundo se mueve en la dirección estadounidense. Más universidades en más países les están cobrando derechos de matrícula a los estudiantes. Y mientras los políticos se dan cuenta que la "economía del conocimiento" requiere de una investigación de alto nivel, los recursos públicos están siendo concentrados en unas pocas instituciones privilegiadas y la competencia para crear universidades de clase mundial se está intensificando.

De alguna manera eso es excelente. Las mejores universidades son responsables de muchos de los descubrimientos que han hecho que el mundo sea un lugar más seguro, más rico y más interesante. Pero los costes se están incrementando. Los países de la OCDE gastan un 1,6% del PIB en educación superior, en comparación con un 1,3% registrado en el año 2000. Si el modelo estadounidense continúa propagándose, esa proporción aumentará aún más. EUA invierte el 2,7% de su PIB en educación superior.

Eso estaría bien si EUA le estuviera sacando provecho al dinero que paga por educación superior. Probablemente si lo esté haciendo en el aspecto investigativo. En el año 2014, 19 de las 20 universidades en el mundo que produjeron los trabajos de investigación más reconocidos eran estadounidenses. Pero la situación es menos clara en el aspecto educativo. Los que se gradúan en EUA tienen bajas calificaciones en alfabetización y aritmética, y éstas continúan bajando. En un estudio reciente de logros académicos, el 45% de los estudiantes estadounidenses no obtuvieron ganancias durante sus dos primeros años de universidad. Mientras tanto, los derechos de matrícula se han casi duplicado, en términos reales, en los últimos 20 años. La deuda estudiantil, que se ubica cerca de los US$ 1,2 billones, ha sobrepasado las deudas de tarjetas de crédito y préstamos para automóviles.

Nada de esto significa que ir a la universidad es una mala inversión para un estudiante. Una licenciatura en EUA todavía produce, en promedio, un retorno del 15%. Pero es menos claro si el aumento de la inversión en la educación terciaria tiene sentido para la sociedad como un todo. Si los graduados ganan más que los que no poseen un título universitario es porque sus estudios los han hecho más productivos, entonces la educación universitaria impulsará el crecimiento económico y la sociedad debería querer más de ella. Sin embargo, los pobres resultados obtenidos por los alumnos sugieren lo contrario. Y también lo sugiere el testimonio de los empleadores. Un estudio reciente sobre reclutamiento por parte de unas empresas de servicios profesionales demostró que ellas prefirieron a los egresados de las universidades más prestigiosas no por lo que los candidatos pudieron haber aprendido, sino por los duros procedimientos de selección de esas instituciones. En resumen, los estudiantes pudieran estar pagando grandes sumas de dinero para simplemente atravesar un mecanismo de selección muy elaborado.

Si las universidades estadounidenses son en verdad una mala inversión, ¿cuál podría ser la razón? La razón principal es que el mercado de la educación superior, al igual que el de cuidados de salud, no funciona bien. El gobierno premia a las universidades por investigación, es por ello que los profesores se concentran en eso. Los estudiantes buscan un diploma de una institución que impresionará a los empleadores; los empleadores se interesan principalmente en la selectividad de la institución a la que ha asistido un candidato. Ya que el valor de un título de una institución selectiva depende de su escasez, las buenas universidades tienen pocos incentivos para producir más graduados. Y, a falta de una clara medida en los resultados académicos, el precio se convierte en un sustituto de la calidad. Al cobrar más, las buenas universidades obtienen tanto ingresos monetarios como prestigio.




Este es el resumen del artículo "Todo el mundo a la universidad" publicado en en la revista The Economist.

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