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La forma de lo que viene



Revista: The Economist
Tema: Industria de alimentos y bebidas
Fecha: Diciembre 13, 2003
Cuando el mundo era un lugar más simple, el rico era gordo, los pobres estaban delgados, y las personas se preocupaban sobre cómo alimentar al hambriento. Ahora, los ricos son delgados, los pobres son gordos y la gente se preocupa por la obesidad. La historia ha acostumbrado a la gente a vivir con privaciones, por lo que muchos están acondicionados a la idea de almacenar la energía en función de lo que pueda venir. Pero por otra parte gracias a la productividad agrícola, cada vez se harán más raras las épocas de escasez. De acuerdo con las Naciones Unidas, la desnutrición ha disminuido, lo cual asegura que el mundo va encaminado a suplir el alimento que la humanidad necesita.

Ahora el mundo se enfrenta con un problema mayor: la obesidad, que se está transformando en un problema mundial de salud pública y en la principal causa de muerte por enfermedades coronarias (lo que mata más personas que el Sida, la malaria o las guerras). Desde que la OMS etiquetó a la obesidad como una “epidemia†en el 2000, los reportes sobre sus fatales consecuencias han aumentando en volumen y rapidez de aparición.

Probablemente con las campañas mediáticas y la presión de la opinión pública se logren efectos parecidos a los obtenidos con respecto al tabaco. En el mundo desarrollado es mayor la demanda de alimentos saludables y algunas cifras muestran que los norteamericanos perdieron más peso el año pasado. No obstante es mucho lo que queda por hacer todavía, particularmente en materia de consenso respecto a gobiernos y autoridades sanitarias. Hasta ahora no existen ideas radicales sobre la posibilidad de la intervención del gobierno en el negocio de los alimentos. Tanto los gobiernos como la gente parecen estar de acuerdo en que la seguridad y estabilidad del suministro de alimentos es parte del trabajo del estado. Pero la obesidad es un problema más complicado que eso, se trata de cambiar los patrones de comportamiento. En tal caso sería tarea de las autoridades guiar a la población a adoptar mejores hábitos de alimentación.

Un mejor argumento para la intervención estriba en que los hábitos de la dieta se establecen desde la infancia. Una vez que la gente engorda es difícil reversar el proceso. El estado, que tiene cierta responsabilidad en moldear a los menores, debería tratar de asegurar que los pequeños ciudadanos no ingieran grandes cantidades de azúcar durante la escuela primaria. Un ejemplo de esto podría ser el gobierno británico que está haciendo intentos por restringir a los niños el acceso a la publicidad de comida rápida. Otro posible razonamiento para la intervención es que la gente delgada subsidia a la gente obesa mediante el servicio de cuidado a la salud. Las empresas de seguros deberían estar en capacidad de cargar más a las personas con sobrepeso ya que éstas cuestan más. Adicionalmente podría pensarse en tasar alimentos que engordan como dulces, snacks y otros. Ello podría desestimular el consumo de alimentos no saludables y recuperar algunos de los costos que acarrea la obesidad.




Este es el resumen del artículo "La forma de lo que viene" publicado en Diciembre 13, 2003 en la revista The Economist.

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