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Una economía de bajo poder



Revista: The Economist
Tema: Negocios en Brasil
Fecha: Mayo 08, 2004
Poco después de tomar el poder, el presidente de Brasil, y su equipo, iniciaron el “shock de credibilidad”, esto es, reducir la deuda pública, recortando el presupuesto mucho más allá de lo que había solicitado el FMI. En este proceso, los más afectados fueron los sectores productores de energía que se sintieron excluidos de la planificación. El Gobierno desmintió esta percepción. A corto plazo, la economía puede crecer sin una gran inversión, porque las empresas y plantas de energía no trabajan con toda su capacidad empleadora tras sobrevivir a los años de crisis. Pero Brasil necesita invertir en redes de transporte para potenciar sus exportaciones (cerca de 15 mil millones de reales) e igual sucede con la energía. Para el 2008, el país podría sufrir de fallas en este servicio, por lo que se impone que el Gobierno emprenda proyectos de construcción de plantas, este mismo año. El sector necesita al menos 20 mil millones de reales de inversión por año, cantidad que, en su mayoría, sería aportada por fuentes privadas.

Pero invertir en infraestructura es un riesgo. El Gobierno está tratando de ganarle la carrera al sector privado en materia de inversiones según se deja ver en la agenda del congreso brasileño. El presidente Lula está consciente de que se debe avanzar rápido, asegura el Ministro de Industria, Luiz Fernando Furlan. El Senado está considerando una ley que crearía asociaciones de instituciones público-privadas de inversión. Esto permitiría que las empresas privadas se dedicaran a construir y operar las obras públicas.

Recientemente, el Congreso aprobó una ley diseñada para estimular las inversiones en electricidad antes de que aparezcan los problemas. El mes pasado, el Gobierno develó un decreto para regular la energía, las telecomunicaciones y el transporte. Esto ciertamente no ha sido tomado con mucho entusiasmo. La hostilidad inicial del Gobierno hacia las agencias reguladoras ha evolucionado en una aceptación a regañadientes de su independencia. El decreto propone, por ejemplo, que el Gobierno no podría remover a un funcionario de la oficina reguladora hasta que pase un año después de las elecciones. El Gobierno también propone imponerle a estas agencias “contratos de gerencia” con penalizaciones no específicas para los incumplimientos. La nueva ley de energía es un boceto que será analizado por el ministerio de energía y que, a grandes rasgos, promete, aunque despierta el escepticismo de los inversionistas.

A largo plazo, el desempeño de las inversiones en Brasil depende en los cambios profundos de ese país. Con una carga impositiva de 36% de PIB, que dobla los niveles de México y Argentina, es poco probable que Brasil tenga suficiente para estimular su tasa de inversión, de un modo significativo. El Estado puede elevar su propio escenario para las inversiones sólo si gasta menos en salarios y se enfoca menos en programas sociales. Mientras tanto, el Gobierno debe convencer a los inversores escépticos de que Brasil es seguro y rentable. El país necesita un segundo shock de credibilidad.




Este es el resumen del artículo "Una economía de bajo poder" publicado en Mayo 08, 2004 en la revista The Economist.

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