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Hugo el Jefe



Revista: Foreign Policy
Tema: Política
Fecha: Ene/Feb 2006
Autor(es): Javier Corrales
En Venezuela no hay ejecuciones en masa ni campos de concentración. La sociedad civil no ha desaparecido como en Cuba tras la revolución de 1959. No hay un terrorismo de estado con desaparecidos como en Argentina y Chile en los años setenta. Y sin duda no hay una burocracia eficientemente represiva como en el Pacto de Varsovia. De hecho, en Venezuela es posible encontrar aún una oposición vociferante, elecciones, prensa y una sociedad civil vibrante y organizada. En otras palabras, Venezuela parece casi democrática.

Pero cuando se trata de los límites del poder presidencial, el panorama cambia. Chávez ha logrado un control absoluto de todas las instituciones gubernamentales: la Asamblea, la Corte Suprema y, más importante, la institución que supervisa las elecciones, el Consejo Nacional Electoral, y la gigantesca compañía petrolera estatal, PDVSA, que le provee sus ingresos al gobierno. Una institución electoral controlada por Chávez permite restarle importancia a las irregularidades cometidas por el Estado. Una industria petrolera controlada por Chávez le permite al Estado gastar a voluntad, lo que es muy conveniente en tiempos de elección.

En último término, todos los regímenes autoritarios se hacen del poder del mismo modo: aumentan la tolerancia de la sociedad por la intervención del Estado. Chávez sabe que, frente al colapso del mundo, los ciudadanos aceptarán la intervención del Estado. En vez de acomodar el catastrófico sistema de salud, Chávez abre unos cuantos hospitales militares para pacientes selectos y trae médicos cubanos que dirigen clínicas ad hoc. En vez de ocuparse de la falta de competitividad de la economía, Chávez ofrece subsidios y protección a agentes económicos en aprietos. En vez de acabar con la inflación, crucial para aliviar la pobreza, Chávez establece controles de precio y crea bodegas con precios subsidiados. En vez de promover derechos de propiedad claros que aumenten las inversiones y el empleo, Chávez aumenta el gasto público.

Como todos los diseñadores, Chávez no es del todo original. Su autoritarismo tiene influencias. Su antiamericanismo, por ejemplo, es típicamente castrista; su uso de los recursos del estado para recompensar lealtades y castigar críticos es la esencia del populismo latinoamericano; y su propensión a apiñar instituciones fue típica de varios presidentes de los años noventa. Chávez ha absorbido y reinterpretado todas estas técnicas para crear su nuevo modelo de autoritarismo.




Este es el resumen del artículo "Hugo el Jefe" publicado en Ene/Feb 2006 en la revista Foreign Policy.

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