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Promesa plástica



Revista: The Economist
Tema: Industria de servicios financieros
Fecha: Mayo 06, 2006
Para millones de estadounidenses que no tienen cuentas bancarias, las tarjetas prepagadas son una gran solución. Dichas tarjetas pueden ser cargadas con dinero y utilizadas como una tarjeta de débito, pero si una cuenta de ahorro. Mientras el mercado de tarjetas de crédito está estancado, el mercado de tarjetas prepagadas está en auge. Según Perolus Group, una firma de investigaciones, el volumen de dinero que circuló a través de tarjetas prepagadas el año pasado fue de US$ 126 mil millones, y llegará a US$ 470 mil millones en 2010.

Existen dos tipos de tarjetas prepagadas: por una parte, las tarjetas telefónicas y de regalos (como la de Gap) que sólo pueden ser utilizadas para pagarle a quien las emite. Por otra parte, y de mayor utilidad para quienes no tienen una cuenta bancaria, son las tarjetas multiuso, que pueden ser utilizadas en casi cualquier sitio donde acepten una tarjeta de crédito. Las tarjetas prepagadas están comenzando a ofrecer los servicios que normalmente vienen con una cuenta bancaria: depósito por parte de empleadores, sacar dinero en cajeros automáticos, transferencias y pago de cuentas.

Ciertos entusiastas consideran que este es sólo el comienzo. Esperan que, pronto, las tarjetas prepagadas puedan ser utilizadas en transacciones relacionadas con préstamos. Esto les permitiría a las personas que no tienen cuenta bancaria contar con historiales de crédito, préstamos y otros productos financieros. Ya hay compañías experimentando con historiales de este tipo.

Sin embargo, también hay escépticos. Buena parte de las tarjetas prepagadas son más costosas que las cuentas bancarias. Las tarifas incluyen no sólo “activación†sino mantenimiento mensual. Además, las regulaciones son todavía nebulosas. Algunas tarjetas no están respaldadas por el seguro federal de depósitos de las cuentas bancarias. Otras no protegen el dinero del tarjetahabiente si su tarjeta es robada.




Este es el resumen del artículo "Promesa plástica" publicado en Mayo 06, 2006 en la revista The Economist.

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