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La revolución santiaguina



Revista: América Economía
Tema: Tecnología
Fecha: Octubre 2006
Autor(es): Francisca Vega
“Agárrate, si puedes” era la frase más usada por los santiaguinos cuando les tocaba enfrentarse al caos que era su sistema de transporte público a principios de los 90. Fue entonces cuando comenzó una carrera que el presidente Ricardo Lagos definió como prioritaria: cambiar la cara del transporte público en base a un nuevo sistema de líneas de buses y un revolucionario sistema tecnológico que haría su gestión más eficiente.

Pero decirlo estaba muy lejos de hacerlo. Desde el comienzo de su planificación en 2000, el Transantiago es una de las mejores colecciones de las dificultades políticas, organizacionales y tecnológicas que puede tener un proyecto de reforma de gran envergadura. Primero, para llevarlo a cabo, había que convencer a más de 3.000, quienes mostraron una férrea oposición al cambio del sistema, que traspasaría el control de las líneas urbanas a unos pocos concesionarios, mientras que los conductores temían por la posibilidad de perder su empleo.

Sus acciones dificultaron todo el proceso de licitación de nuevas vías, de renovación de las flotas y la creación de un nuevo sistema tarifario, fijado a través de fórmulas económicas. El más espectacular de todos los actos fue en agosto de 2002, cuando los microbuseros bloquearon las arterías de la ciudad, oponiéndose a los cambios que se venían. Entonces, Ricardo Lagos, defendiendo el proyecto, aplicó mano dura y los principales dirigentes de los transportistas terminaron presos cerca de 15 días por infringir la Ley de Seguridad del Estado. Para entonces, la flota de autobuses ya había bajado a unos 7.300 vehículos y con una antigüedad promedio de 5 años.

Transantiago no es sólo la renovación de flotas y un nuevo sistema de licitación de líneas de buses. Es también un nuevo sistema financiero e informático, y es una de las partes del proyecto que más dificultades ha tenido para implementarse. El objetivo que está detrás de este plan es simple: poner fin a la costumbre de los choferes de recibir los pagos de los pasajeros en efectivo (y dar cambio) mientras pisaban el acelerador para llegar al próximo paradero.




Este es el resumen del artículo "La revolución santiaguina" publicado en Octubre 2006 en la revista América Economía.

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