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Reglas para la calle



Revista: The Economist
Tema: Economía
Fecha: Mayo 05, 2007
En muchas partes del mundo, engrasarles las manos a los funcionarios corruptos es algo cotidiano. Por ejemplo, para los camioneros en los países pobres es más común que pagar impuestos. El extorsionador suele ser un policía o soldado, que ni siquiera esconde lo que está haciendo. Pero a pesar de que esta gente opera fuera de la ley, obedecen la ley de oferta y demanda. Esto es al menos lo que revela un reciente estudio sobre transacciones ilícitas. Según el estudio, los funcionarios corruptos actúan como monopolistas independientes, maximizando las ganancias y empleando sofisticados esquemas de precios, de un modo que tiene cierta lógica económica (y criminal).

El estudio fue hecho durante nueve meses en dos carreteras en Indonesia, donde todavía opera una guerrilla separatista. Los expertos acompañaron a los camioneros en más de 304 viajes y documentaron más de 6.000 pagos ilegales. Por ejemplo, entre Medan y Meulaboh, los conductores pasan por 27 puntos de control y tienen que desembolsar un total de US$ 23 en sobornos. Al principio de los viajes, las transacciones se hacían sin negociar. Pero a medida que los camiones se acercaban a su destino, los funcionarios pedían mayores sumas. En cada parada, los conductores estaban más expuestos a ser molestados y a resguardar la carga, lo que les daba a los extorsionistas mayor poder.

Pero cuando el estudio estaba por la mitad, el gobierno indonesio firmó un cese al fuego con los rebeldes, lo que significó el retiro de 30.000 soldados y la disminución de los puntos de control a la mitad. Esto les dio a los investigadores la oportunidad de ver cómo cambiaría el mercado de la extorsión. Como era de esperarse, menos puntos de control significaban menos sobornos. Pero esta caída se veía compensada por el incremento de los montos exigidos en los puntos de control que quedaban, cuyos operadores, con celo empresarial, aprovecharon la oportunidad de capturar el dinero que ahora sobraba. De hecho, se portaban como monopolistas, estableciendo sus precios con el fin de maximizar las ganancias, sin tomar en cuenta la respuesta del colega en el próximo punto de control. El resultado fue un clásico ejemplo de marginalización doble; es decir, cuando un monopolista independiente cobra más, pero recibe menos que un único monopolio.

Los resultados suponen implicaciones intrigantes. En teoría, un sistema centralizado de sobornos es mejor, tanto para el camionero como para el extorsionador, que un grupo de funcionarios corruptos actuando independientemente. Sacar del juego a un personaje clave puede incrementar el monto total de pagos producto de sobornos si se destruye la coordinación entre los secuaces. Pero una mejor idea, sugieren los autores, es disminuir el número de tropas y oficiales de policía. Este sería un innovador modo de luchar contra el crimen.




Este es el resumen del artículo "Reglas para la calle" publicado en Mayo 05, 2007 en la revista The Economist.

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