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Mensaje en la botella



Revista: Fast Company
Tema: Negocios
Fecha: Jul/Ago 2007
Autor(es): Charles Fishman
El agua embotellada se ha convertido en algo indispensable en nuestras vidas y cultura. Comienza el día en fiambreras; va a todas las reuniones, salas de lectura y partidos de fútbol; está en los cubículos; en los gimnasios; y está a medio consumir en todas las camionetas de Estados Unidos. Aparte de los cada vez más ignorados recipientes llenos de hielo y vasos limpios, los hoteles están ofreciendo agua mineral en venta. Y en sitios como Whole Foods, un mercado de productos orgánicos y exóticos de alta categoría, el agua embotellada es el producto más vendido.

Hace treinta años, el agua embotellada casi no existía como negocio en Estados Unidos. Pero, el año pasado, gastamos más en Poland Spring, Fiji Water, Evian, Aquafina y Dasani que en iPods y boletos de cine (US$ 15 mil millones). Y este año esta cifra llegará a US$ 16 mil millones. El agua embotellada es un fenómeno económico en nuestros tiempos. Nosotros, una generación que creció con agua del grifo, estamos criando una generación que ve esta agua con desdén. Estamos pagando mucho dinero (dos o tres o cuatro veces más que la gasolina) por un producto que ya tenemos, y que podemos tener gratuitamente en nuestros hogares.

Cuando compramos agua embotellada, lo que realmente estamos comprando es la botella. Estamos comprando conveniencia. Y estamos comprando la historia que la compañía nos cuenta sobre su agua: de dónde viene, lo saludable que es, etc. Está claro que beber agua embotellada es lo mejor que podemos hacer. Excepto por una cosa. El agua embotellada es un capricho muy a pesar de lo que pensamos. Movemos mil millones de botellas de agua a la semana en barcos, trenes y camiones sólo en Estados Unidos. Esto es un convoy semanal equivalente a 37.800 camiones de 18 ruedas.

Mientras tanto, una de cada seis personas en el mundo carece de agua fresca. La economía global le está negando un elemento fundamental a mil millones de personas, mientras nos suministra a nosotros una gran “variedad†de aguas de todo el mundo, ninguna de las cuales necesitamos realmente. Además, esta situación se complica por el hecho de que si dejáramos de comprar agua mineral, de todas formas esta no le llegaría a la gente que realmente la necesita. Bebemos agua embotellada porque creemos que es saludable. Pero no hay estudios científicos que demuestren que beber agua mineral rutinariamente mejore nuestra salud.




Este es el resumen del artículo "Mensaje en la botella" publicado en Jul/Ago 2007 en la revista Fast Company.

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