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SĂłlo diga no



Revista: Fast Company
Tema: Marketing
Fecha: Diciembre 2007
Autor(es): Rob Walker
A veces, la intolerancia hacia las marcas es el otro lado de la lealtad hacia las mismas. Los devotos de Harley consideran que cualquier otra marca es inherentemente inferior; los devotos de Adidas compran camisetas con el logo de la compañía, pero rechazan una camiseta idéntica si no lo tiene. Y hay otras marcas y productos que atraen al consumidor precisamente porque crean una diferencia entre quienes la tienen y quienes no; porque son “exclusivas”.

Pero, a veces, el asunto es más complicado. Las marcas Polo y Sean John no compiten entre sí, pero es probable que todos sepamos con cuál nos asociamos y con cuál no. Incluso quienes aseguran que no les prestan mayor atención a los logotipos, tienden a rechazar visceralmente aquellas marcas que no comprarían nunca. Las tiendas por departamento saben esto. Esta es la razón por la que no colocan todos los suéteres en una misma área y todos los pantalones en otra, sino que segregan las marcas.

Según un estudio publicado el año pasado en Personal Relationships, el rechazo común hacia una cosa es un factor importante a la hora de hacer amistades. “Nos gusta conocer gente a la que también le disgusta cierto tipo de personas”, explica Jenniger Bosson, psicóloga social y autora del artículo Química interpersonal mediante la negatividad. Y es fácil imaginarse un paralelo con las marcas. Los consumidores que se refugian tras una ciberpágina que ataca a Wal-Mart o Dell tienen algo en común. De hecho, hay más posibilidades de que la gente que se rehúsa a entrar a Starbucks sea más afín que la gente que va todas las mañanas a beber café.

En ciertos casos, claro está, podemos discriminar una marca por una razón consciente. Por ejemplo, preocupaciones éticas, ambientalistas o estéticas. Pero incluso cuando esto no es posible, solemos hallar la manera de asegurarnos de que nuestros prejuicios estén fundamentados racionalmente. Así que, de nuevo, siempre habrá intolerancia.




Este es el resumen del artículo "SĂłlo diga no" publicado en Diciembre 2007 en la revista Fast Company.

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