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Brasil y las olimpiadas |
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| Jugado por jefes de estado, atletas del marketing y cabilderos de peso pesado, el juego de ganar los Juegos OlÃmpicos se ha convertido en algo tan feroz como cualquier contienda en la pista o en la pileta. Para ganar los juegos del 2016 en RÃo de Janeiro, Brasil invirtió unos US$50 millones, utilizando a Pelé, Paulo Coelho y a todo el cuerpo diplomático de Brasil. Mientras que Barack Obama, de parte de Chicago, irrumpiera en la reunión del Comité Internacional OlÃmpico (CIO) en Copenhague minutos antes de que la decisión fuera tomada a principios de octubre, Luiz Inácio Lula da Silva, pasó dos dÃas ahÃ, habiendo previamente escrito cartas personales a los 106 miembros votantes y habiéndolas entregado cada una de mano de un embajador. ¿Por qué ganó RÃo? “Lo deseábamos másâ€, dijo Carlos Roberto Osório del comité OlÃmpico brasilero.
Esa fue la parte fácil. El realizar los juegos requerirá un esfuerzo e inversión a una escala que RÃo, una metrópolis atiborrada de problemas de 12 millones de habitantes, nunca ha visto. Aparte de nuevos estadios y otras instalaciones deportivas de todo tipo, los planes demandan nuevos puentes y carreteras y doblar el número de cuartos de hotel. Para transformar un sistema de transporte caótico, los ingenieros tendrán que hacer estallar montañas de granito para expandir el metro desde Ipanema hasta Barra da Tijuca, un tramo de 13,5 kilómetros. Miles de atletas deberán ser escoltados a diversos eventos a través de uno de los peores tráficos en las Américas.
Existe una gran cantidad de escépticos, muchos de ellos en Sao Paulo, el centro financiero e industrial de Brasil, donde RÃo es considerada como una ciudad para festejar. Con Brasil teniendo en agenda ser el anfitrión del Mundial de fútbol en 2014, los paulistas bromean que los cariocas (residentes de RÃo), están planeando tomarse libre el año 2015. Los juegos Panamericanos celebrados en RÃo en 2007 presuntamente costaron 10 veces el presupuesto oficial y dejaron centros deportivos subutilizados.
Pero existen razones para esperar que RÃo pudiera tener éxito, donde otros lugares han fallado, en imitar el logro de Barcelona, quien utilizara los juegos del año 1992 para reinventar la ciudad. RÃo ha estado decayendo por medio siglo, desde que perdiera su estatus como capital nacional a Brasilia. En la mayor parte de este tiempo, la ciudad y estado circundante han sido pobremente gobernados asà como brutalmente y malamente custodiados por la policÃa. La industria manufacturera y los bancos se mudaron a Sao Paulo, las favelas se han multiplicado y las únicas industrias en crecimiento parecen ser las del tráfico de drogas y la guerra entre pandillas. Uno de cada seis cariocas es pobre.
¿Pero los juegos regenerarán a RÃo, o distorsionarán sus prioridades? Las conversaciones preliminares en rediseñar la decadente área del puerto y finalmente de limpiar la BahÃa de Guanabara de las aguas negras y la contaminación. Pero mientras que Barcelona construyera su Villa OlÃmpica en una parte abandonada de su puerto, en RÃo ésta será situada, en conjunto con muchos eventos, en Barra da Tijuca, un vecindario de nuevos ricos en el extremo más acaudalado de la ciudad.
Para Brasil, el otorgamiento de los juegos, pisándole los talones al Mundial de fútbol, es todavÃa otro sÃmbolo de su creciente estatus en el mundo. Como Lula lo puso en Copenhague, Brasil ya no es un “paÃs de segunda claseâ€. Eso puede traer beneficios intangibles. Es ahora labor de los polÃticos de Brasil garantizar que ellos compensen los costos.
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Este es el resumen del artículo "Brasil y las olimpiadas" publicado en Octubre 10, 2009 en la revista The Economist.
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