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El culto al jefe sin rostro



Revista: The Economist
Tema: Liderazgo
Fecha: Noviembre 14, 2009
Algunos de los jefes más poderosos del mundo están resaltando por su debilidad: Sam Palmisano de IBM, Tony Hayward de BP, Terry Leahy de Tesco, Vittorio Colao de Vodafone. Estas personas están a la cabeza de armadas enteras de jefes aún más prescindibles. Es cierto que ahora hay más mujeres y miembros de las minorías étnicas que antes a la cabeza de las compañías. Pero la diversidad física no se ha traducido en diversidad cultural o en vitalidad intelectual. Casi sin excepción, los jefes de hoy en día repiten los mismos estereotipos de siempre: el mérito de hacer lo correcto, la importancia de valorar a los trabajadores, las virtudes de la sustentabilidad, etc.

La moda de los directores ejecutivos sin cara es parte de una comprensible reacción en contra de los “jefes imperiales†de ayer, muchos de los cuales tenían fuertes personalidades y eran capaces de hablar de tú a tú en un coctel con, digamos, Tony Blair; pero que en definitiva acabaron con el sistema que les permitió brillar. Algunos de estos, por ejemplo, Jeff Skilling, de Enron, y Dennis Kozlowski, de Tyco, violaron la ley y causaron un endurecimiento de las leyes. Otros, Bob Nardelli, de Home Depot, y Carly Fiorina, de Hewlett-Packard, se pagaban como si fueran superestrellas sin que esto se tradujera finalmente en mayores resultados. El turbulento clima comercial de hoy en día es otro de los factores que obliga a los directores ejecutivos a mantener la cabeza gacha.

Sin embargo, llevar todo esto demasiado lejos no deja de tener sus peligros. Un perfil bajo no garantiza el éxito corporativo. En general, el mundo corporativo necesita más visionarios exuberantes y ególatras que líderes humildes y servidores corporativos. Pensemos, por ejemplo, en la gente que le ha dado forma al panorama comercial moderno, y las palabras “sin cara†o “humilde†no son las primeras que le vienen a uno a la mente. Henry Ford estaba casi trastornado. John Patterson, fundador de National Cash Register y uno de los grandes hombres de negocio de la era dorada, prendió su escritorio en fuego para notificarle a un empleado que lo estaba despidiendo. Thomas Watson, fundador de IBM, se convirtió en un objeto de adoración y a su compañía en un culto. Bill Gates y Steve Jobs han construido imperios comerciales. Estas son personas que han creado el fututo (sin quedarse simplemente gerenciando el cambio) gracias a sus personalidades y visiones.

A favor de los jefes sin cara está el hecho de que estos están ayudando a calmar la molestia que despertaron los excesos corporativos entre el público. Pero este sigue siendo un argumento débil. Muy pocas personas les prestan atención a las credenciales de estos jefes que pululan por doquier repitiendo una y otra vez su credo de hacer lo correcto. Los mejores embajadores comerciales son los gigantes que han cambiado el mundo. Ser prescindible no tiene ninguna ventaja corporativa.




Este es el resumen del artículo "El culto al jefe sin rostro" publicado en Noviembre 14, 2009 en la revista The Economist.

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