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Después de las Olimpiadas: el brillo dorado



Revista: The Economist
Tema: Industria de entretenimiento y deportes
Fecha: Marzo 6, 2010
Los canadienses solían pensar de sí mismos que eran gente tranquila, modesta y retraída. Ya no más. Luego de que sus atletas llenaran la tabla de medallas con 14 de oro en los Juegos Olímpicos de Invierno, unos 100.000 residentes ondeando banderas tomaron las calles de Vancouver y al cercano complejo de esquí de Whistler, interpretando con delirio las notas del himno nacional. El triunfo decisivo había llegado con la victoria sobre EUA en la final masculina de hockey sobre hielo. Aunque este estado de ánimo de impetuoso patriotismo se había estado labrando firmemente antes y después de los juegos, tomó por sorpresa a los forasteros e incluso a algunos canadienses.

Las Olimpiadas de Vancouver tuvieron un comienzo espeluznante. Temprano durante el mismo día de inauguración, Nodar Kumaritashvili, un atleta georgiano, falleció durante una práctica cuando su trineo se volteó, y planteando interrogantes sobre la seguridad de la pista. Los periodistas extranjeros saltaron al ataque tras una serie de inconvenientes. La antorcha olímpica no ardió apropiadamente durante la ceremonia de inauguración, una máquina de fabricar hielo se dañó así como lo hicieron varios autobuses y un inoportuno clima templado causó la cancelación de eventos. “Los peores juegos olímpicos de todos los tiemposâ€, escribió un columnista en The Guardian, un diario británico, para la molestia de los canadienses.

Pero no lo fueron. Y mejoraron cada vez más, especialmente para los fanáticos locales. En las dos Olimpiadas previas celebradas en suelo canadiense, los locales no obtuvieron ni una sola medalla de oro. Su éxito en esta oportunidad se derivó de un programa para financiar la preparación y entrenamiento de los atletas llamado “Aduéñate del Podio†y organizado por el Comité Olímpico Canandiense hace cinco años. Éste tenía un presupuesto de 117 millones de dólares canadienses (US$104 millones), recaudado por el gobierno y empresas, y funcionó –aunque los estadounidenses terminaran en primer lugar en el medallero global.

El éxito canadiense además inspiró un efusivo orgullo nacional que no es común en una nación dividida, al parecer con frecuencia atormentada con dudas hacia sí misma. Si los juegos tuvieron éxito en darle una nueva imagen a Canadá como una potencia deportiva moderna y llena de juventud, así como algunos de los organizadores lo esperaban, todavía está por verse.




Este es el resumen del artículo "Después de las Olimpiadas: el brillo dorado" publicado en Marzo 6, 2010 en la revista The Economist.

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