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Crimen y castigo en Norteamérica



Revista: The Economist
Tema: Legal
Fecha: Julio 24, 2010
Estados Unidos es diferente del resto del mundo en muchos sentidos. Algunos buenos y otros malos. Uno de los malos es que está tratando constantemente de encarcelar a sus ciudadanos. Uno de cada cien estadounidenses está tras las barras. Ninguno de los otros países ricos es tan punitivo como este. La tasa de encarcelación en Inglaterra y Japón se duplicaron en los últimos años, pero la tendencia ha sido más marcada en los Estados Unidos.

Los conservadores y liberales siempre estarán en desacuerdo con respecto a cuál debe ser la naturaleza de los castigos. La mayoría de los estadounidenses consideran que los criminales peligrosos deben estar tras las rejas. Y esto, estadísticamente hablando, significa encerrar jóvenes durante largos períodos de tiempo. Por otro lado, buena parte de los estados tienen condenas mínimas, que dejan de lado la discreción de los jueces aun en los casos que ameritan misericordia.

Los Estados Unidos encarcelan por violar técnicamente las leyes de inmigración, las leyes ambientales y las reglas comerciales. Hay tantas reglas federales que conllevan prisión, que los expertos ya han perdido la cuenta. El resultado de todo esto es que las cárceles estadounidenses están repletas de violadores, pero también de rateros, pequeños vendedores de narcóticos y otros criminales que ya están demasiado artríticos como para ser una amenaza. Además, es tan caro mantener a un preso, que los costos exceden por lo general los beneficios.

Pero esto no tiene por qué ser así. En los Países Bajos, donde las sentencias sin custodia han aumentado con creces, la población carcelaria y la tasa de crimen están disminuyendo. Es preciso que los Estados Unidos reduzcan el número de leyes, de modo que el ciudadano no tenga que estudiar derecho para evitar la cárcel. Los hechos que pueden ser reglamentados no tienen por qué ser criminalizados. Además, es importante disminuir el poder de los fiscales: la mayoría de los sospechosos de cuello blanco no tienen nada que ver con Al Capone y, por tanto, no deberían ser tratados como tal. Las sentencias mínimas deben desaparecer. Los criminales más peligrosos deben ir a prisión, pero los estados deberían esforzarse más por reinsertar los casos menores en la sociedad.




Este es el resumen del artículo "Crimen y castigo en Norteamérica" publicado en Julio 24, 2010 en la revista The Economist.

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