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Somos lo que comemos



Revista: The Economist
Tema: Industria de la salud
Fecha: Septiembre 6, 2003
Las diferencias genéticas pueden no sólo determinar la habilidad del cuerpo para metabolizar ciertos nutrientes, sino también la susceptibilidad del sistema a ciertas enfermedades. La buena noticia es que dentro de aproximadamente cinco años, los investigadores podrían aprender cómo diseñar las dietas de las personas para modificar sus genes y así prevenir o retrasar la aparición de ciertos males.

Tal es la meta de la genómica nutricional. Los proyectos al respecto están aumentando en todo el globo. Europa lanzará el NuGO el próximo año, una red que quiere integrar y desarrollar una nueva rama de investigación. En Estados Unidos se dará paso al Centro de Excelencia para Genómica Nutricional. Adicionalmente existen otros planes como el HapMap, que estudiará los patrones hereditarios de polimorfismos nucleótidos simples (SNPs) sitios de codificación de mensajes genéticos que se comportan como la carta individual de información de cada persona.

En cuanto a las enfermedades, a medida que ha avanzado el trabajo de investigadores, se ha descubierto que muchas de ellas como cáncer y diabetes tipo II, son el resultado de una interacción entre un determinado número de genes y su entorno. Y más de cien genes se han relacionado con el desarrollo de enfermedades coronarias. Los científicos también estiman que la dieta puede ser un factor definitivo en un tercio de los tipos de cáncer existentes (a nivel molecular varios nutrientes interactúan con los genes, así la cantidad y tipo de alimento consumido afecta directamente la producción de proteínas). El asunto está entonces en encontrar el mejor balance entre nutrientes.

La complejidad de la nutrición humana supone retos. Los experimentos clínicos requieren trabajar con grupos de personas que deben ser evaluados durante años, lo cual hace el proceso costoso y difícil de llevar a cabo. Pero gracias a la biología de sistemas se ha llegado a cierto progreso, ella se vale de herramientas de genómica, biología molecular y bioinformática para estudiar las complejas interacciones de genes, proteínas y nutrientes a nivel celular.

La actual epidemia de enfermedades metabólicas como obesidad, diabetes y las coronarias, en las cuales la dieta es un importante factor de riesgo así como también un agente de prevención, provee una oportunidad para las empresas para desarrollar alimentos que ayuden a las poblaciones en riesgo. Ahora las industrias de alimentos han comenzado a verse más como firmas farmacéuticas. Algunas, aunque no disponen de los presupuestos de estas últimas para investigación y desarrollo, han iniciado el mercadeo de "alimentos funcionales" que apuntan a las necesidades específicas de grupos humanos. Un ejemplo es el pan de Unilever, el Flora pro.activ, que reduce el colesterol de un 10% a un 15%.

Mientras más se conozca sobre la interacción entre dieta y genes, se harán posibles las evaluaciones de ADN que puedan determinar lo que la gente necesita comer. Ya algunas empresas como la inglesa Sciona han comenzado a vender este tipo de productos (que evalúan genes que influyen en el metabolismo del alcohol y otros nutrientes) y a hacer recomendaciones sobre la dieta. No obstante antes de que estas pruebas se vuelvan más comunes, se tendrán que ventilar asuntos de orden legal, ético y médico. Una de las preocupaciones es el uso de los datos que podrían hacer empresas como las de seguros (aumentando los costos o excluyendo a personas propensas a ciertas enfermedades). Además se requerirá de médicos bien entrenados capaces de analizar los resultados de las pruebas. A pesar de todo ello, las ventajas parecen ser mayores que los argumentos en contra. El poder prevenir una enfermedad 40 o 50 años antes de que ocurra no sería sólo una vía para minimizar la necesidad de costosas drogas sino una poderosa herramienta para mejorar la calidad de vida de una persona.




Este es el resumen del artículo "Somos lo que comemos" publicado en Septiembre 6, 2003 en la revista The Economist.

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