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No mires hacia abajo



Revista: The Economist
Tema: Economía
Fecha: Agosto 13, 2011
Según el FMI, este año la deuda pública estadounidense estará sobre el 98%, subiendo por encima del 102% en 2012. La buena noticia es que el segundo acuerdo de EUA del 2 de agosto para aumentar el techo de la deuda, suponía US$ 2.4 billones en recortes de gastos, pero ningún aumento de impuestos. Esto les parece raro a muchos, tanto fuera como dentro de EUA, y refleja levemente las antiguas diferencias entre las actitudes de los estadounidenses y las de gran parte del mundo rico respecto a los impuestos. EUA está menos inclinado a utilizar los impuestos y la redistribución para reducir las desigualdades. Los impuestos toman un poco menos del 30% de la compensación total estadounidense, comparada con casi un 50% en Alemania y Francia. El tope de 35% para la tasa de impuestos sobre ingresos federales es menos que en Gran Bretaña (donde es de 50%) Suecia (57%) y Dinamarca (55%). EUA es también menos generoso con los pobres. Allí los beneficios por desempleo reemplazan una pequeña porción de los ingresos, y expiran más rápido que en la mayoría de los países europeos.

Las diferencias no se dan solo entre los países sino también dentro de estos. La cohesión social juega un rol primordial dentro de los países. Los más homogéneos racial o étnicamente aceptan mejor que el Estado mitigue las desigualdades transfiriendo algunos recursos de los ricos a los pobres a través del sistema fiscal. Eso explicaría que los suecos se quejen menos de los altos impuestos que los habitantes de un país de inmigrantes como EUA. Pero sugiere también que, aún en sociedades con una tradición de altos impuestos, los ciudadanos estarían menos deseosos de financiar programas de subsidio estatal si hubiera una mayor proporción de inmigrantes. Las divisiones sociales también determinan quién dentro de una sociedad prefiere una mayor distribución fiscal. En EUA, por ejemplo, los negros están mucho más favorablemente dispuestos hacia la redistribución a través del sistema fiscal que la gente blanca.

Al parecer, quienes se identifican con el grupo que se beneficia por la redistribución parecen quererla más. Paradójicamente, a medida que la parte de la población que recibe beneficios en un área dada aumenta, disminuye el apoyo al subsidio estatal en dicha área. Y los que están cerca, pero no en el fondo de la distribución de ingresos, son a veces ambivalentes acerca de una mayor redistribución. Aunque en la actualidad no ganen lo suficiente para ser afectados por aumentos propuestos en las tasas de los impuestos, esperan poder ganarlo en el futuro. Esta teoría explica algunas diferencias a través del país, y podría predecir un incremento en el apoyo a la redistribución a medida que se hacen mayores las diferencias en los ingresos. Sin embargo, lo opuesto ha sucedido en EUA, Gran Bretaña y otros países ricos donde las desigualdades han crecido en los últimos 30 años.

La gente no se opone a la redistribución porque espere llegar al tope de la escalera económica, sino porque teme estar en el fondo. Es por ello que alguna gente pobre puede oponerse a políticas que pudieran elevar un poco su propio ingreso, pero que también lo harían con el de los que son más pobres que ellos, llevándolos a posiciones comparables o superiores. En un experimento al respecto, la gente que estaba a un paso del fondo fue la que con mayor probabilidad dio el dinero a la que tenía por encima: premiando al más “ricoâ€, pero asegurándose de que alguien se mantuviera siendo más pobre que ellos. A los que no estaban en riesgo de ser los más pobres no parecía importarles tanto caer un nivel en la distribución de ingresos. Esta idea está apoyada por los datos de una encuesta en EUA: aquellos que ganaban solo un poquito más que el salario mínimo eran los más resistentes a aumentarlo. La pobreza puede ser miserable, pero considerarse un poquito mejor que otra persona lo hace más soportable.




Este es el resumen del artículo "No mires hacia abajo" publicado en Agosto 13, 2011 en la revista The Economist.

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